lunes, 16 de febrero de 2009

Escribe sobre lo que conoces

En los últimos tiempos, he resucitado mi vieja costumbre de devorar libros gracias a mis frecuentes desplazamientos a lo largo y ancho de Europa. En una estación de tren, en la sala de espera de un aeropuerto, en un vagón de segunda clase o en un automóvil abarrotado de instrumentos musicales y latas de conservas, me he sustraído de la realidad dejándome convencer por nombres como Mendoza, Cela o Horvath (con perdón). Mis últimas lecturas, que han sido las más contemporáneas, me ha recordado a un escueto relato de Cuentos de Odessa, en el que Isaak Bábel refiere sus primeros pasos como escritor. En él cuenta como sus textos evolucionan a medida que conoce su entorno, como adquieren profundidad y matices. Todos sabemos lo que es un árbol, pero la palabra roble es mucho más rica en sentido literario, pese a que un roble es un arbol. Hoy, veinte años después, solo recuerdo una especie de moraleja del cuento: Escribe sobre lo que conoces. A esta máxima deberían ajustarse los productores de best-sellers (y a la de que los libros deben ser interesantes hasta el final y no solo hasta la página 300, pero ese es otro tema) y los guionistas y productores de cine. Así se evitarían muchos malentendidos y las obras producidas, además de en fidelidad, ganarían en matices y detalles, que son los que forjan una obra maestra.
Pero muchos escritores respetan esta regla de oro y escriben, consecuentemente con ella, sobre lo que mejor conocen. A lo largo de la historia, los escritores han desempeñado diferentes papeles en la sociedad: agitadores, testigos, críticos,... Hoy en día podrían considerarse prestadores de servicios. Artistas que producen entretenimiento a cambio de una compensación económica, dejando de lado incluso cualquier pretensión artística. El devenir del mundo profesional literario parece obligar a estos autores a renunciar a otra vida que no sean los libros. Y así, ellos escriben sobre lo que conocen, es decir la vida del escritor y los libros.
En "Los detectives salvajes", Roberto Bolaño escribe sobre poetas que no escriben.
En "El guitarrista", Luis Landero escribe sobre un escritor que no publica.
Por último, en "Manual de literatura para caníbales", mi paisano Rafael Reig lleva el género del docudrama a la hoja impresa, novelando la historia de los movimientos literarios en España. Todos estos libros merecen la pena leerse, porque son auténticos como el conocimiento que sus autores tienen del tema e incluso entre ellos hay una obra maestra, aunque no voy a desvelar cuál porque creo que cada uno debe descubrirla por sí mismo.
Pero la pregunta que me hago, a la vista del florecimiento de la metaliteratura, es la siguiente: ¿Estamos tan desconectados de las realidad? ¿Hemos agotado todos los grandes temas? ¿O es tan sólo que hemos abandonado la experiencia y la hemos sustituido por conocimiento?
Reflexionemos sobre ello.
"Hay cosas que para saberlas, no basta con haberlas aprendido"
Séneca

domingo, 25 de enero de 2009

¿Digital o analógico?

Pierre-Auguste Renoir - La Senna ad Argenteuil 
Hace más o menos un mes, visité la exposición "Von Manet bis Renoir. Schätze französischer Malerei aus dem Musée du Petit Palais, Genf" en la que se exponen obras menores de artistas, sobre todo franceses, pertenecientes a los grandes "ismos" de finales del siglo XIX y principios del siglo XX.
He de confesar que soy más bien lerdo en lo que a apreciación de la pintura se refiere y que no me prodigo en visitas a los museos. Siempre he tenido un sentimiento extraño en las salas de exposición. Por un lado, el orgullo de participar en la cultura, es decir, ser culto e intelectual por el simple hecho de estar en un museo; la satisfacción de mirar por encima del hombro a mis colegas y contestar a la eterna pregunta del lunes: "¿Ayer?...Ayer estuve visitando la exposición X en el museo Y. No os la podéis perder."; o ese irracional sentimiento de posteridad (Cuando has visto "Las Meninas" de Velázquez y por ese simple hecho puedes coserte en tu imaginario jubón una imaginaria Cruz de la Orden de Santiago). Por otra parte, como la mayoría de las exposiciones que he visitado eran retrospectivas de un autor o movimiento, me asaltaba la idea de artificio, de conformismo, de falta de sinceridad al reunir una antología de obras que tiene ninguna o poca relación entre si salvo, en el mejor de los casos, el pertenecer a la imaginación del mismo autor o grupo de autores. La consciencia de estos sentimientos terminaba en una sensación trágica o, cuando menos negativa, al reconocer mi corazón rebelde a mi subconsciente pequeñoburgués como autor de estos crímenes.
Pero todo cambió al ver un cuadro de Tamara de Lempicka, llamado "Perspektiven/2 Freundinen". El cuadro está colocado en el fondo de la sala de exposiciones. Nada más entrar, se ve al fondo, sugerente y borroso. A medida que te vas acercando puedes apreciar más y más detalles: las formas geométricas de las mujeres, la babel cubista del fondo, los tonos oscuros que parecen atrapar la luz y el color del resto de los cuadros,...
Y entonces lo comprendí. Entonces se encendió en mi interior la proverbial luz y me iluminó, eliminando cualquier tipo de sombra. El cuadro es bello. Por eso y solo por eso está ahí. Lo miré desde diferentes puntos de vista, de cerca, de lejos, de refilón,... Al salir de la exposición pensé en comprarme el catálogo pero mis finanzas solo alcanzaron para una postal del cuadro. Nada. La luz no estaba ahí. El formato no era el correcto. Lo mismo me ocurre al mirar el catálogo, la reproducción del cuadro en internet. Nada. No hay luz.
Hace unos días, El País publicó a bombo y platillo que Google Earth ofrece una visión única de 14 obras maestras del Museo del Prado. del tenor del artículo, parece desprenderse que la visión de estas obras en el monitor de nuestro ordenador es una experiencia que supera, gracias a la detallada reproducción de las obras, la observación a simple vista y entre codazos que puede hacerse en el propio museo.
No he querido mirar los cuadros. Sé que no tendrán la luz que sus autores le imbuyeron.
No hay nada que se pueda comparar a la vivencia de disfrutar de una obra en el formato original para el que fue pensada. Las películas deben verse en pantalla grande y de un tirón. El jazz no es lo mismo si no ves las contorsiones del saxofonista y el sudor del batería. Ninguna foto o proyección 3D del Sacré Cœur puede compararse a la visita del templo.
Disfruta de las obras de los demás respetando la voluntad de su creador, dejando que sea la obra en si misma la que se presente ante ti y te seduzca, sin tacharla de tu lista de cosas que tienes que ver antes de morir, porque esas listas son, siempre, ridículas.

La única verdad es la realidad.
(Aristóteles)

martes, 13 de mayo de 2008

Yo soy ...¿yo?



...¿o lo que los demás piensan de mí?. Esta es una me pregunta que me persigue desde hace muchos años.
Todos creemos tener una idea clara de quiénes somos. O por lo menos, de lo que somos. O, como mínimo, de lo que no somos. Aquí debo decir que yo no soy un experto en materia sociológica, pero me atrevo a escribir sobre algo así porque esa es una de las maneras de definirme que yo tengo.
Por ejemplo, en este momento, soy escritor. Sí señor, con todas las letras, E-S-C-R-I-T-O-R. Porque estoy escribiendo y, para contentar a los mas carpetovetónicos, la Real Academia de la Lengua define al escritor como " 1. m. y f. Persona que escribe". Y cuando toco la guitarra soy músico. Y cuando doy clases de español, soy profesor de español. Y cuando hablo por teléfono con mi madre soy su hijo. Y cuando me emborracho, soy un pesado.
Pero la pregunta fundamental es ¿hay un yo detrás de todos esos roles? ¿es realmente válida esa definición funcional de mi mismo? Y aquí empieza e problema. Por un lado, quizás tengo un yo monolítico, pétreo e inamovible que mueve los hilos del escritor, del músico, del profesor,... Pero ¿existe ese yo, si está oculto para los demás?, ¿si sólo yo lo puedo sentir?
El método habitual para determinar la realidad de las cosas es el consenso. Por lo tanto, se puede decir que aquello que sólo yo percibo, no tiene existencia en el "mundo real", como un sueño o una pesadilla. Por lo tanto, la realidad de mi yo está determinada por la percepción que los demás tienen de mí. "Yo soy yo y mi circunstancia" que diría Ortega, pero sin el yo, es decir, "Yo soy mi circunstancia".
Así, dado que la mayoría de la gente te define funcionalmente, es decir, te identifica con tu trabajo o con la función social que desempeñas, yo sería la suma de una serie de roles, habilidades, oficios e imposturas. Para mí, el secreto de la cordura está en desempeñar cada papel de forma coherente y dar lo mejor de mí en cada uno de esos roles. Ser lo que soy en cada momento, haciendo lo que hago de la mejor manera posible.
No sirve creer que uno es bueno, malo o interesante. Los demás, ellos tienen que verlo para que sea real.

"No te establezcas en una forma, adáptala y construye la tuya propia, y déjala crecer, sé como el agua. Vacía tu mente, se amorfo, moldeable, como el agua. Si pones agua en una taza se convierte en la taza. Si pones agua en una botella se convierte en la botella. Si la pones en una tetera se convierte en la tetera. El agua puede fluir o puede chocar. Sé agua amigo mío".
Bruce Lee

lunes, 14 de abril de 2008

Lo que es es y lo que no...también

Carácter chino para

¿Confuso? Sí, lo es. Pero lógico. Porque nuestra mente no puede imaginarse algo que no es. O por la menos la mía. Cuando intento imaginarme la nada, se me presenta disfrazada de mar oscuro. Y entonces "es" un mar oscuro. Y por ello deja de ser "nada". Es más, nuestro propio lenguaje nos limita al mundo de existencia cierta, puesto que la frase"deja de ser nada" presupone que la nada "es".
Por ello, encuentro fascinante el concepto zen de la realidad. La realidad para los maestros zen no esta dividida en lo que es y lo que no es, sino que todo es. Y por ello, paradojas del destino, como todo es, todo no es. ¿Difícil? No realmente. Para el maestro zen la realidad es "no-dos", es decir, no dual. Lo que es, es. Y como todo es lo mismo, nada es bueno o malo, porque todo es lo mismo. Nada es joven o viejo porque todo es lo mismo. Nada ha pasado o va a pasar, porque todo es lo mismo, incluso el tiempo. Si todo fuera "uno", estaríamos presuponiendo la existencia de la nada (lo que no es uno) y, con ella, de la dualidad. Pero como todo es "no-dos", es decir, no dual, todo existe o no existe, según como lo queramos ver.

"-Maestro ¿Está Buda en el perro?-
-WU-" Jossho

domingo, 13 de abril de 2008

La inercia


Desde hace algunos años vengo observando como mi vida se desacelera y se acelera al mismo tiempo. Por un lado, mi percepción del tiempo ha cambiado de forma evidente. Los días y semanas discurren a una velocidad que jamás me habría atrevido a soñar. Cuando era niño el ciclo de las estaciones me parecía interminable. Quizás porque la niñez es un eterno estado de esperanza: esperas a los Reyes Magos, al verano, a hacerte mayor para poder hacer lo que te de la gana. Y entonces, llega un momento en que te haces mayor y tienes todo el tiempo del mundo para ti. Y te das cuenta de que ese tiempo vuela. Esos "Por fin es Navidad" se convierten en "¿Cómo?...¿Ya es Navidad?...¿Otra vez?".
Y sin embargo, mi vida se vuelve más lenta. Es decir, pasan cada vez menos cosas en ella.
O quizás menos cosas nuevas.
O quizás pasan las mismas cosas una y otra vez.
Las mismas alegrías, que cada vez son menos alegres, y las mismas decepciones, que cada vez son menos decepcionantes.
Y en ese estado de movimiento inmóvil (o inmovilidad móvil, como usted prefiera), me he dado cuenta de que las leyes de la física se aplican no solo a los cuerpos de los hombre sino también a su comportamiento. Nadie puede dudar que las relaciones humanas, sobre todo las afectivas, se rigen de forma general por la ley de la gravitación universal, es decir, que mientras más grandes sean las masas de sus cuerpos, mayor será la fuerza con que se atraigan, y que a mayor distancia de separación menor sera la fuerza de atracción. Cualquiera que haya tenido una relación "a distancia" puede dar fe de la fuerza inexorable de esta ley. Asimismo, es de todos conocido que el mayor tamaño de "las masas" de una persona ejerce una mayor atracción en las demás.
Pero el fenómeno físico aplicado a la mente humana que más me llama la atención es la inercia. Cuando una persona está inmóvil, es decir, cuando tiene una actitud pasiva respecto a su vida, permanecerá en esa actitud hasta que aparezca una nueva fuerza exterior que la ponga en movimiento. Y entonces, no dejara de moverse hasta que aparezca una nueva fuerza que le obligue a detenerse. Así, podemos observar cada día como miles de personas se pudren en trabajos que no les gustan o en los que han abandonado cualquier aspiración de realizarse; se torturan en relaciones que no funcionan y que solo refuerzan su pasividad, pues cualquier acción puede significar nuevos problemas; o malgastan su tiempo en proyectos ridículos que están condenados desde un principio, pero que les proporcionan una apariencia de movimiento.
Todas esas personas necesitan una fuerza que les empuje, que les saque de su estado hibernal: un nuevo amor (la más poderosa), un nuevo amigo (la más divertida), una desgracia (la más triste, pero la más frecuente) o una palabra, una idea, una poesía, un cuadro, una imagen, un paisaje,...(estas últimas inocuas para el común de los mortales pero irresistibles para unos pocos anormales) Y entonces, comienza el movimiento...

"No matter how hard you try, you can't stop me now"
Message from a black man
The Temptations

lunes, 19 de noviembre de 2007

Antroprofagia Petrarquista

Demos la bienvenida al nuevo representante del walterismo en internet: Antropofagia Petrarquista

jueves, 15 de noviembre de 2007

Comentarios


Cuando comencé este blog, no esperaba que nadie escribiese en él. Nadie más que yo, quiero decir.
Los primeros visitantes que dejaron sus huellas por aquí fueron algunos amigos que me animaban a seguir escribiendo. No suelo comentar las alabanzas y palabras de animo porque tengo un autentico problema para aceptar los cumplidos (físicos o espirituales). No los borré por respeto a la amistad y porque, tengo que reconocerlo, alimentaban mi vanidad.
Después, cuando mis amigos se cansaron de leer mis desvaríos pseudo-existencialistas, aparecieron bajo mis textos una serie de comentarios que no eran precisamente de aliento, sino más bien ácidamente críticos. Con un regusto tan a mala leche, que casi me hacían sospechar que algún conocido se quería vengar de mí, denostando mi trabajo, mis ideas e incluso mi virilidad. No los borré porque me parecen un buen contrapunto a mis textos y porque el que habla en público debe escuchar las respuestas del pueblo. Incluso de la chusma.
Recientemente han aparecido comentarios en esta página que no tienen absolutamente nada que ver con mis textos, lo cual es mucho más irritante que las críticas. Desde propaganda antiterrorista hasta autentica propaganda política, pasando por poemas erótico-festivos en lenguas germánicas. No los voy a borrar porque demuestran que, más que nunca, el surrealismo vive. Pasen y vean.

"El que quiere interesar a los demás tiene que provocarlos."
Salvador Dalí