miércoles, 9 de marzo de 2005

Moleskine, la Patagonia y la mala pata

No puedo dejar de contar la paradoja de mi encuentro con este cuaderno de notas.
Hace algo más de un año, tuve la mala suerte de romperme una pierna mientras caminaba por las nevadas calles de Jena, en Alemania. Bueno, más exactamente, un tobillo. Y si entramos en detalles, puedo decir que tenía una doble fractura abierta que precisó de cirugía para su sanación, gracias a la cual, caminé durante un año con catorce tornillos alojados en mi extremidad inferior derecha.
En cualquier caso, lo importante es que durante un mes entero no pude levantarme de mi cama del hospital. Si la situación parece horrible, no me queda más que añadir que por aquel entonces apenas hablaba alemán y compartía habitación con un superviviente de la Segunda Guerra Mundial que, una noche si y otra también, trataba de esconderse de los bormbardeos aliados y un individuo extrañamente parecido a un personaje de J.R.R. Tolkien, que susurraba incesantemente algo como "mi tessssoro".
De todos modos, logré sobrevivir a todo eso y mantenerme relativamente cuerdo, gracias a las atenciones de mi novia (muchas gracias, Katy. Te quiero!!), las visitas de algunos amigos (gracias, Susana y Frank) y a que un amigo (gracias, José) me trajo TODOS los libros en español que la biblioteca pública de la ciudad poseía, es decir 10.
Dejando aparte lo heterogeneo de la selección (de Garcia Marquez a Faulkner), lo que quiero contar es que este libro estaba entre ellos: "Patagonia Express" de Luis Sepulveda. Aunque el Autor (sí, con mayúsculas) chileno se disculpa por publicar esas historias, que no parecen tener nada en común, a petición de un editor carente de escrúpulos (lo de sin escrúpulos lo digo yo), existe una ligazón sutíl pero irrompible dentro del libro: cada historia retrata la vida de personas sencillas, sin heroes, sin villanos, sin grandes pasiones, sin moralejas, sin ejemplos: pura vida. Y esas vidas sencillas estan llenas de historias que Sepulveda muestra sin juzgar ni criticar. Y es la falta de moraleja, la que llena al libro de valores, sencillos pero esplendidos.
Fue en este libro donde leí por primera vez el nombre Moleskine. En este libro es donde se describe el ahora conocido rito de Bruce Chatwin de numerar las páginas y ofrecer una recompensa a quien devuelva el cuaderno a una de las dos direcciones en el mundo señaladas por su dueño. Recuerdo que, aun sin haberlo visto, ya intuí que este cuaderno era un objeto de poder.
Meses más tarde, cuando tuve mi primer Moleskine en mis manos, recorde este libro y a su autor. La curiosidad me hizo buscar más información sobre él. Cual sería mi sorpresa al descubrir que, durante años, Sepulveda y yo habiamos sido casí vecinos en Asturias, y yo le había visto quizá cientos de veces en las librerias de Oviedo sin tener la más remota idea de quien era. Aun sin conocerlo, puedo decir que Luis y yo compartimos el gusto por varias cosas: Moleskine, Alemania y Asturias. El mundo esta lleno de extrañas coincidencias.

"El mundo es un pañuelo,... y nosotros somos los mocos" Anónimo popular.

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