La vida es sueño

Últimamente he tenido ocasión de observar el despertar de varias personas a la realidad de sus vidas. Y digo despertar porque cada vez estoy más seguro de que cuando vivimos, soñamos.
Cuando soñamos, por lo general, no somos conscientes de que nos encontramos en estado onírico. Así, nos parece perfectamente normal que nuestra abuela realice una exhibición de tiro con arco en el Estadio Olímpico de Atenas con la presencia entre el respetable de Napoleón, Hugo Chávez y la Madre Teresa de Calcuta, que, por cierto, lleva un estrafalario sombrero de cowboy.
O nosotros, que nunca hemos podido matar a una mosca sin cerrar los ojos, nos convertimos en una mezcla de Terminator y el Primo de Zumosol, destrozando cuerpos y segando vidas como el mensajero de la Muerte.
O volamos. O bailamos el mambo por las bóvedas de Notre-Dame de París. O hacemos calceta con unas agujas de 3 metros de largo, utilizando serpientes a modo de hilos de lana.
Y sin embargo, mientras soñamos nada de esto nos parece anormal. Es más, damos por supuesto que "eso" es la realidad.
Desgraciadamente, la vida es también una especie de sueño en la que la realidad es "real" sólo hasta que nos despertamos. Entonces nos damos cuenta de que ese trabajo era una mierda, que esa persona no merecía la pena, que ese viaje fue un desastre o que esa idea no podía funcionar desde el principio, que nuestra abuela nunca ha tirado con arco y que la Madre Teresa no usa sombrero de cowboy.
El sueño de la vida nunca termina, porque nos despertamos para seguir soñando otro sueño y así hasta nuestro último suspiro.

"¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son."
Segismundo en "La vida es sueño", de Calderón de la Barca