Liberado de la obligación de entender lo que decían los personajes y conociendo lo que iba a suceder en la película en cada momento, pude analizar otros aspectos estéticos, por ejemplo, la cuidada elección de los esperpénticos personajes que rodean a la pareja de bandidos. De repente, no pude evitar preguntarme cómo fueron Bonnie Parker y Clyde Champion Barrow. Me refiero a cómo fueron realmente, físicamente.
En la Era de Inernet es fácil obtener cualquier tipo de información y tras una rápida visita a la base de datos del F.B.I., obtuve un par de fotos de la pareja.


Y, sin embargo,... para mí, Bonnie Parker siempre tendrá el rostro de Faye Dunaway.
Y el Cid, el de Charlton Heston.
Y Cleopatra, el de Liz Taylor .
Y eso me hace pensar en que el cine ha deformado nuestro concepto de la realidad histórica. Cada día profesores e historiadores han de luchar contra las ideas esparcidas desde Hollywood sobre como era la vida en Roma, en la Edad Media, en el Antíguo Egipto o en el Texas de los años treinta. Así, el cine no sólo ha pintado sus propios rostros por encima de los auténticos, sino que también ha falseado hechos, ha exagerado otros hasta el esperpento y en la mayor parte de los casos, sencillamente ha suscrito la historia dictada por los vencedores. Por supuesto, no quiero condenar el buen oficio de muchos directores y realizadores ni estoy a favor de limitar las libertades poéticas de los mismos en favor de un integrismo historicista. Pero, lo que si considero interesante no aceptar de forma incondicional lo que vemos en la pantalla, sino mirar más alla del celuloide, ser activo, investigar, conocer los hechos tal como fueron, comparar fuentes y ver los rostros reales de las personas que protagonizaron trágicas leyendas y tragedias legendarias.
"Una mentira aceptada por la mayoría se convierte en Historia"
Napoleón Bonaparte
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